La comunicación es esencia de lo social. Acá un análisis de su dimensión simbólica: como fenómeno semiótico, donde se construyen y actualizan los sentidos. Lo simbólico se construye, reproduce, actualiza y transforma en las prácticas sociales. Y es desde esta mirada donde Radio Educa como práctica de comunicación, posibilita la transformación de los paradigmas sobre la niñez.
Las teorías de la semiótica permitieron conceptualizar la dimensión significante de los fenómenos sociales; es decir, como procesos de producción de sentido. Para profundizar en esta mirada es importante considerar la “doble hipótesis” que plantea Eliseo Verón en La Semiosis Social (1993:125):
a) Toda
producción de sentido es necesariamente social: no se puede describir ni
explicar satisfactoriamente un proceso significante, sin explicar sus
condiciones sociales productivas.
b) Todo fenómeno
social es, en una de sus dimensiones constitutivas, un proceso de producción de
sentido, cualquiera que fuere el nivel de análisis.
Mirar la
discursividad (comunicación) de este modo, implica observar la complejidad del
proceso, pues, los sujetos sociales que interactúan, lo hacen desde sus
historias, sus relaciones materiales, políticas y socioculturales. Como diría
Verón, “la no-linealidad aparece como característica de la comunicación humana”
(Verón, 2013:146).
Hablar de
sentido significa entonces, pensar en lo que se dice y no, en lo que se piensa
–y no-, en los modos de compartir, relacionarse, en cómo estar en el mundo con
los otros, con la diferencia. Sentidos y relaciones que se construyen porque se
comparten lugares –históricos, políticos, culturales-. Lo simbólico se
construye, reproduce, actualiza y transforma en las prácticas sociales.
La experiencia
Radio Educa es el resultado de un compartir un lugar, atravesado por lo que
significa ser niño o niña en Chile; la relación que en el país se ha generado con
la niñez en lo público; el deber ser de un niño en una radio; lo que se espera
de ellos y ellas. El cómo se planificó y gestionó el proceso también está mediado
por estos sentidos y es el lugar desde donde hay que mirar lo vivido: “comunico
a pesar mío y de los demás”, diría Claudia Villamayor (2007:4).
Y explica,
recordando a Jesús Martín Barbero, “la comunicación no hay que mirarla sólo
desde la perspectiva de la política, sino recogerla desde la perspectiva de la
cultura. Es decir, no sólo mirar y comprender desde la voluntad de lo que
queremos y de cómo lo queremos. También nos enseñó que registrar la dimensión
cultural de los procesos sociales es recuperar la dimensión simbólica, la que
no puedo controlar” (Villamayor, 2007:4).
María Cristina Mata,
por su parte, reconoce que
tanto en la esfera de la emisión como de la recepción existe producción de
sentido (y no mera transferencia de información). Este fue el punto de partida
para las teorías de comunicación que comenzaron a poner el foco en el receptor,
quien tenía la capacidad para atribuirle sentido a un mensaje desde sus
condiciones de recepción, sus competencias comunicativas. “Ser receptor, en
consecuencia, no es ser pasivo recipiente o mecánico decodificador. Es ser un
actor sin cuya actividad el sentido quedaría en suspenso”, dice Mata (1985:5)
Sin embargo, las asimetrías
de poder son una característica del fenómeno comunicativo, pues no hay que
desconocer, por un lado, cómo se establecen y modifican las reglas del
discurso, y cómo el receptor ha sido “modelado” en la historia de la
comunicación masiva para interpretar de uno u otro modo un determinado discurso
(recordar estrategias de comunicación política en los medios puede servir para
entender este punto). “La actividad productiva del receptor no es sinónimo de
libertad” (Mata 1985:6), recalca Mata. Y en el polo de la emisión tampoco.
“Los emisores
entablan unas relaciones, producen unos mensajes para los que buscan
aceptación, adhesión, consumo. Ello les obliga a ejercer verdaderas estrategias
de anticipación. Es decir, los constriñe a organizar los intercambios y
mensajes no sólo a partir de sus intenciones, deseos y saberes, sino tomando en
consideración las condiciones de recepción de su discurso, la situación y
competencia de los receptores” (Mata, 1985:6).
En el hecho
discursivo entonces se materializan a modo de huellas, esos lugares imaginarios,
esas condiciones de producción y reconocimiento social, la compleja red
intertextual –diría Nethol y Piccini-, que sirven como “bagaje-soporte”, al
hecho comunicativo. No nos comunicamos desde una completa libertad, ni desde la
asepsia del mensaje.
En este sentido,
Mata propone recuperar las nociones de contrato y negociación –o estrategias y
tácticas diría De Certau- entre ambas partes, quienes como activos sujetos de
la comunicación ejercen sus roles desde las condiciones de producción y
reconocimiento –diría Verón- posibles, y por ende desde su capacidad de
operar.
La planificación
y la gestión de la comunicación en Radio Educa estuvieron mediadas por estas
condiciones de producción y reconocimiento. Por un lado, y tal como mencioné
anteriormente, a partir del lugar o no lugar que han ocupado niños y niñas en
el discurso público; además de las expectativas que un proyecto como este
generaba en adultos y en el Estado; en los modos o formatos radiales que los
mismo niños y niñas conocían; en los modelos radiales que los adultos
facilitadores validábamos; y en la libertad mediada por el “mandato” de ser la
Radio del Festival de las Artes:
Magdalena. “Era difícil eso: de niños para niños o de adultos para
niños. Como estaba esa misión de ser la radio del Festival, creo que sentíamos
que los adultos teníamos que poner la pauta de lo que se estaba hablando y los
niños ayudaban no más. Sin embargo, en los últimos días los niños se tomaron el
micrófono. Finalmente lo que surgió fue un espacio bien pensado y de alta
exposición para los niños. Era un desafío para ellos sentarse en ese lugar,
hablar”.
Me parece
interesante en este punto analizar cómo un proyecto como Radio Educa debió
negociar sus formatos, sus estéticas y sus principios, en forma permanente, con
el Estado, con las audiencias (tanto las que escuchaban por la señal online
como quienes transitaban por el Consejo de la Cultura), y con los mismos
adultos facilitadores que lo ejecutamos.
Las estéticas
que surgen desde los niños y las niñas no responden necesariamente al modelo
que los adultos y los mismos niños/as están acostumbrados/as; por lo tanto, el
desafío fue proponer nuevas hablas infantiles, que no implicaran “infantilizar”
los formatos, sino habilitar un proceso en libertad, donde niñas, niñas, y auditores,
estuvieran dispuestos a crear y a conocer otros lenguajes radiales.
(Escuchar aquí producciones de uno de los talleres del FAV2014)
Aunque desde
esta lógica no existía el rating, ni el “cómo debe ser”, pues la relevancia
estaba en el proceso de comunicación, más que en los productos que se esperaba
generar, el contexto sí fue condición de posibilidad de la experiencia.
Dice Noel: “si hubiera sido una radio abierta dentro de la escuela
habría sido otra historia, pero en el contexto FAV teníamos el objetivo que
fuera un producto prolijo. Entonces, partimos pensando que fuera un adulto el
que arrancara porque muchas veces la gramática infantil no es prolija”.
Magdalena argumenta en la misma línea: “ese mandato que era la radio
del Festival era un objetivo adulto. Si hubiéramos pensado en el proceso no
más, que los niños se tomaran el micrófono y dijeran lo que quisieran,
considerando la experiencia de ese momento, es otra mirada. Por el contrario,
había una noción de resultados, que esto lo iban a mirar otras personas que no
necesariamente saben del proceso anterior, que no lo ven como un aprendizaje,
sino que es un producto, de buena o mala calidad, se entiende o no, es como
radio o no. Yo creo que con esa idea nos sentíamos presionados a que “fuera de
calidad”, pero los niños estaban aprendiendo a hacer radio.
Era la radio del FAV. Si hubiera sido una radio en el FAV podrían
haber hablado de cualquier cosa, pero en este caso tenía un objetivo de
difundir y hablar de lo que estaba pasando en el Festival”.
Es por esto que
al hablar de comunicación no es posible reducirla a estrategias ni a
instrumentos (medios). Como diría Jesús Martín Barbero se trata de hablar de
mediaciones; es decir, de reconocer las condiciones sociales, políticas,
culturales (estructurales podríamos decir) en que es posible tomar la palabra.
La comunicación
o el terreno de lo discursivo, se vuelve un lugar de disputas, negociaciones,
acuerdo del orden del sentido. Es en estos procesos de comunicación donde los
significados se construyen, re-construyen y actualizan. En las relaciones con
otros, en el vivir en comunidad, nos contamos y somos contados, articulando una
trama discursiva que permanece o se transforma en la medida que distintos sujetos
tengan la posibilidad y ocupen un lugar de poder que les permita recuperar sus
historias, contarse en lo público.
Si tal como
señalé, en las relaciones sociales/comunicacionales/históricas se han producido
ciertos sentidos sobre la niñez que se transforman en condiciones de
posibilidad del discurso, otras prácticas comunicativas que habilitan nuevos
lugares de poder–como Radio Educa-, pueden convertirse en espacios para poner
en circulación otros relatos y sentidos –desde los mismos niños y niñas-, que
permitan re-definirlos.
Acá es donde la
Comunicación Alternativa –popular o participativa- se convierte en una táctica
para tomar la palabra, para ejercer el derecho a la comunicación.
(¿Cómo se sintieron haciendo Radio Educa? Escuchar a los niños y niñas en la segunda sesión de taller de recuperación de la experiencia)
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