Para desarrollar la metodología de recuperación de la experiencia de los niños, niñas y adolescentes participantes, se consideró la “Tipología de la escalera de la participación”, de Robert Hart (1997), modelo de análisis utilizado por organizaciones que trabajan a favor de la participación.
El autor señala que la participación debe ser un proceso dinámico y constructivo, “es el medio a través del cual se construye una democracia y es un estándar con el cual también debe ser medida” (Hart en Alfageme, Cantos, Martínez, 2003: 40).
Hart tipifica la participación infantil en ocho niveles, lo que no significa que NNA deban moverse siempre hacia lo escalones más altos; sino, lo más importante, es el principio de elección, es decir, que puedan participar en la decisión sobre qué nivel de participación quieren tener en la iniciativa.
El modelo sirve como indicador de autoevaluación sobre la actitud de los adultos o sobre el nivel de participación infantil en un determinado proyecto. Los niveles son los siguientes:
Nivel 1. Manipulación
El proceso no se comparte con los niños, ellos no conocen cómo se usó la idea, es decir se utilizan las voces infantiles para transmitir mensajes de los adultos.
Nivel 2. Decoración
Se utiliza a la infancia para fortalecer intereses (una causa por ejemplo) de manera relativamente indirecta, sin que ellos tengan noción de para qué lo hacen.
No hay proceso de escucha, ni oportunidad de expresión u opinión. Los y las niñas son “ganchos”, instrumentos para un fin determinado.
Nivel 3. Participación simbólica o apariencia.
Se da a los niños y niñas la posibilidad de expresarse pero en realidad su opinión tiene poca o ninguna incidencia sobre el tema, sobre el estilo de comunicarlo o sobre sus propias opiniones.
Nivel 4. Asignados, pero informados.
Según el autor, es un buen paso para involucrarlos en proceso participativos más genuinos.
Niños y niñas comprenden las intenciones del proyecto/actividad; saben quién tomó las decisiones sobre su participación y por qué; los adultos deciden; los NNA tienen un papel significativo, no decorativo.
Nivel 5. Consultados e informados
El proyecto/actividad está diseñado y dirigido por los adultos; los niños comprenden el proceso y sus opiniones se toman en serio.
Es un ejemplo de consulta aunque no involucra suficientemente a la infancia en el proceso.
Resulta positivo compartir los resultados con los participantes para que puedan analizarlos e informarse sobre ellos.
Nivel 6. Iniciados por los adultos, compartidas con los niños.
Los proyectos son iniciados por los adultos y la toma de decisiones se comparte entre adultos, niños, niñas y jóvenes.
Los niños y niñas se involucran en el proceso completo.
Nivel 7. Iniciados y dirigidos por los niños.
Los niños se organizan solos, proponiendo, dirigiendo y organizando ellos mismos una actividad sin intervención de los adultos.
Nivel 8. Iniciadores y decisores.
Los niños y niñas tienen una iniciativa y los adultos les apoyan para llevarla a cabo sugiriendo formas de mejorarla. La actividad puede ser un valioso medio para que los niños aprendan sobre sí mismos observando su propio comportamiento, resolviendo sus conflictos y sugiriendo estrategias para la organización y administración del proyecto. Es un mecanismo que persigue el empoderamiento de las personas.
Entonces, la metodología se posicionó desde los niveles cuatro y cinco, puesto que las acciones fueron diseñadas por adultos; los niños y niñas fueron informados sobre el objetivo de los encuentros; tuvieron un papel significativo en la medida que sus opiniones fueron escuchadas y consideradas; y el proceso consideró la devolución de los resultados, entre otros. No obstante, se propendió a llegar a un nivel ocho, donde fueran los mismos niños y niñas quienes se organizaran y empoderaran.
Con esto, se diseñaron las herramientas metodológicas.
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