Otra parte fundamental de la pregunta de investigación de mi tesis, fue conocer los aportes de un proyecto como Radio Educa a la transformación de los paradigmas sobre la niñez. Aquí algunas conclusiones obtenidas luego del proceso.
Radio Educa propuso un modo de entender la comunicación asociada a procesos de aprendizaje, donde niños y niñas, poseedores de un saber significativo, jugaron, se expresaron, opinaron, colaboraron, compartieron e hicieron amigos.
En esos procesos se pusieron en juego las nociones instaladas sobre la niñez, los modos de relación con niñ@s y adolescentes, y en consecuencia, los paradigmas que han estructurado la vida social y han implicado un sentido particular de concebirlos. Es justamente este proceso de comunicación y educación el que permite desandar los caminos, re-significar los conceptos, y comenzar a instalar otro modo de entender la niñez en lo público. Ya no como seres humanos “sin habla”, sino como sujetos, ciudadanos, capaces de participar e incidir en la sociedad.
De este modo, Radio Educa se ubicó desde un paradigma contracultural que buscó transformar el discurso hegemónico, a través de las voces de los mismos niños y niñas. Son ellos/as los que hablaron en lo público, desde la legitimación y reconocimiento que hizo el Estado, sólo por el hecho de abrir el espacio (en este caso del Consejo de la Cultura) para que tomaran la palabra.
Estar ahí fue un gesto provocador que interpeló al Estado: ¿Radio Educa fue una práctica episódica o un primer paso para abrir espacios permanentes de participación para niños, niñas y adolescentes? Las señales que surgieron en 2015 parecieron indicios de un cambio en la mirada, y de la concepción de la participación de niñ@s y adolescentes como política permanente.
Y no es sólo una cuestión de poner sobre la mesa nuevos conceptos para referirse a niños, niñas y adolescentes, sino habilitar espacios donde ellos/as cuenten sus relatos.
Contar, contarnos, contarse en lo público, implica aprender de nosotros y de los otros, conocernos y formar comunidad, lo que genera transformaciones. Es allí donde radica el “poder terapéutico” de la comunicación, y en este caso de la radio. Y es por eso, que el desafío permanente fue poner énfasis en el proceso y no en los productos generados.
El camino para esto es arduo porque no implica sólo el empoderamiento de la niñez sino, una disposición y convicción adulta. Como dice Humberto Maturana, los adultos tienen la responsabilidad de posibilitar las condiciones y oportunidades para el despliegue de los derechos de los niñas y niñas, por lo tanto, “el futuro de la Humanidad no son los niños y niñas sino que los adultos con quienes ellos y ellas conviven”, dice .
Es allí donde la comunicación, desde la propuesta de Radio Educa, tuvo un claro objetivo transformador. El educar no se entendió como un sumar conocimientos, sino como un compartir con otros, convivir, desde la legitimación del otro como un sujeto de conocimiento. Fue transitar por la pedagogía del amor, y construir desde ella la sociedad en la que queremos vivir. Que más provocador y desafiante para el Estado que proponer como base para la educación, el amor.
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