Comenzar a pensar la ciudadanía como práctica social, de tener "arte y parte", en las decisiones que afectan a la vida en sus múltiples dimensiones, es la premisa que instaló Radio Educa en su práctica con niños y niñas. El derecho a la comunicación entonces se convirtió en condición de posibilidad para comenzar a re-ubicar el lugar del poder y habilitar un espacio donde la niñez fuera escuchada.
Radio Educa propuso –aunque no conscientemente- una nueva relación con la niñez y otra mirada sobre sus potencialidades, tanto desde la sociedad civil, como del Estado. Esta se caracterizó por la re-conceptualización de la noción política y jurídica del concepto de ciudadanía (como derecho-deberes), hacia una ciudadanía como praxis.
María Cristina Mata me permite explicar ese tránsito: “ciudadanía como la capacidad de ser sujeto en todos los ámbitos en que se construye el poder y, por consiguiente, la participación pública en la elaboración de las reglas que, con validez de norma instituida o legitimada, tienen capacidad de ordenar la vida en sociedad” (Mata, 2011:18). Implica, por tanto, apropiarse de los instrumentos que permiten dicha constitución (riqueza, conocimientos, poder, expresividad de lo subjetivo, afectividad y comunicabilidad), para constituirse como sujetos de demanda y proposición, en los ámbitos que los afectan.
La ciudadanía se
plasma entonces, “en la voluntad pública de individuos y grupos de ser y
contar, de tener arte y parte en las decisiones que afectan a la vida en sus
múltiples dimensiones, cuestionando visiones reduccionistas que asocian la marginación
a aspectos puramente económicos y que niegan la complejidad identitaria que nos
constituye como individuos. La ciudadanía, en tanto praxis, cuestiona la
organización desigual de las relaciones sociales en su conjunto que conlleva la
subordinación de unos al poder de otros” (Mata, 2011:18).
Los medios de
comunicación alternativos, como Radio Educa, posibilitan el ejercicio de
ciudadanía en niños y niñas, pues son un cauce para instalar discursos,
subjetividades, estéticas, sensibilidades y relatos, diferentes a los
hegemónicos, confrontando el orden establecido, en el espacio público.
El desafío, es
ampliar este cause de nuevas voces, abriendo más espacios donde niños y niñas
tenga la posibilidad de opinar, proponer y levantar sus sueños y demandas.
Construir así relaciones de conversación entre el Estado y los niños y niñas, que
no sólo considere escuchar, sino además, tomar en cuenta sus opiniones en la
construcción de las políticas públicas. Una participación por tanto, vinculante.
Los medios de
comunicación son una oportunidad para amplificar estas voces, ampliando así el
“trazado del mapa de la ciudadanía”, como diría Mata: “contra la proliferación
de individuos y colectivos aislados entre sí que reclaman en pantallas y ondas
por sus sufrimientos; contra la irrupción también parcial de propuestas, lo que
nos toca hacer visible es una urdimbre hecha con hilos de diferente espesor y
color pero capaz de entretejerse diseñando combinaciones que alteren los
lugares y jerarquías establecidas en las prioridades de gobernantes, en las
agendas mediáticas, en las ofertas culturales del mercado. Ese nuevo mapa, ese
nuevo territorio sonoro, gráfico, visual, escénico, debe posibilitarnos
comprender las regularidades y conexiones que existen entre los diferentes
tipos de exclusión y la posibilidad de colectivizar las alternativas de
inclusión y equidad” (Mata, 2011:20).
Que niños y
niñas fueran locutores de una radio contribuye a ampliar este mapa de ciudadanía.
Un año después, y en el marco de esta tesis, el ejercicio volvió a repetirse.
Esta vez, sin la premisa del FAV como disparador de conversaciones, los temas
propuestos por los niños y las niñas fueron diversos. Acá un diálogo sobre
homosexualidad que surgió en el segundo taller realizado en Radio Ritoque de
Valparaíso.
Que estos
relatos circulen permanentemente, con niños y niñas como protagonistas, requiere
modificar las asimetrías de poder en que se constituyen las relaciones de
comunicación en los medios. El poder se entiende aquí desde la noción que
propone Michael Foucault: “cuando se definen los efectos del poder por la
represión se da una concepción puramente jurídica del poder; se identifica el
poder a una ley que dice no (…) Lo que hace que el poder agarre, que se le
acepte, es simplemente que no pesa solamente como una fuerza que dice no, sino
que de hecho la atraviesa, produce cosas, induce placer, forma saber, produce
discursos; es preciso considerarlo como una red productiva que atraviesa todo
el cuerpo social más que como una instancia negativa que tiene como función
reprimir” (Foucault en Colombani, 2008:18).
El poder, desde
este sentido, es energía liberadora, instrumento estratégico de una
transformación posible. Así, desde esta
dimensión política de la comunicación, Radio Educa se convirtió en una
estrategia donde el lugar del poder fue cedido, o compartido, con sujetos
sociales invisibilizados –niños y niñas como protagonistas-, y por ende, se
generó un cambio en las relaciones de comunicación: de objetos de la comunicación
a sujetos comunicadores, o de audiencias consumidoras, a productores de
mensajes. En fin, ciudadanos.
En este sentido,
al promover el protagonismo de la niñez, Radio Educa se constituyó como una
práctica comunicacional contrahegemónica, que contribuye a destrabar y
desenredar los hilos de dominación. A partir de aquí se posibilita el ya
mencionado ejercicio del derecho a la comunicación; o más bien –y aquí será
difícil decidir si primero es el huevo o la gallina-, el derecho a la
comunicación es condición de posibilidad de una transformación en las
relaciones de poder.
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