Para recuperar la experiencia de los niños y niñas que participaron en Radio Educa diseñé una metodología. Acá sus seis principios rectores.
Diseñar una metodología para la recuperación de las voces de los niños y niñas que participaron en Radio Educa significa valorar sus relatos en el proceso de investigación. Implica situarlos como sujetos válidos de conocimiento, cuyas opiniones contribuyen a la discusión epistemológica.
Su construcción y desarrollo se basó en la mirada de la planificación y gestión de la comunicación, como tecnología con objetivos transformadores. Además, se consideró la experiencia con Radio Educa en el FAV 2014 y el proceso vivido por los niños y niñas. En ese sentido, se tomaron en cuenta los aprendizajes y especialmente la relación construida con los niños y niñas participantes.
De este modo, esta metodología surge con seis principios rectores:
• Enfoque de derechos
Se consideró en su diseño los principios de la Convención de los Derechos del Niño: Derecho a la no discriminación, Interés superior del niño, Derecho a la supervivencia y desarrollo, Derecho a ser escuchado, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad (artículo 12, 13, 14, 15 y 31).
En ese sentido, los derechos asociados a la participación y a la libertad de opinión guiaron especialmente el proceso; pues: “el derecho a la opinión rompe con el silencio social secularmente impuesto a los niños (…) Reconocer el derecho a la opinión y que ésta sea tenida en cuenta, conlleva no sólo el derecho a formarse opinión sino el derecho a escuchar y ser escuchado (…). La escucha supone un espacio de encuentro, de comunicación, de improvisación, de diálogo y de negociación. Se da cuando se reconoce y se valora al otro. La opinión es un legítimo ejercicio del poder. La palabra, el discurso, en tanto acción, hace ‘públicos’ nuestros pensamientos, deseos, expectativas, los arranca de la intimidad, de la privacidad” (Alfageme, Cantos, Martínez, 2003: 38).
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Jugando como "rompehielo" en la segunda sesión de recuperación de la experiencia. Febrero de 2015 |
• Enfoque basado en el amor
Tomando los planteamientos de Humberto Maturana esta metodología se propuso trabajar desde la biología del amar. En ese sentido, se fomentaron las relaciones basadas en el amor, donde el otro –niños y niñas en este caso- surge como “legítimo otro en la convivencia” (Maturana, 2003:9).
En esta misma línea se consideró además la pedagogía del amor, de Claudio Naranjo (2014), la que busca propiciar la capacidad amorosa de los seres humanos, y fomentar vínculos fraternales para el desarrollo humano. Desde esta visión, sólo transformando el modelo de educación patriarcal tradicional –basado en el autoritarismo implícito, que conlleva la tiranía de lo racional por sobre lo afectivo e instintivo-, es posible un mejor bien-estar.
La consigna fue entonces, fomentar en las acciones la capacidad de amar-se.
• Trabajo con niñeces o infancias
Desde la visión adultocéntrica se tiende a homogeneizar a la niñez, suponiendo características comunes y olvidando sus particularidades, las que cruzan dimensiones económicas, geográficas, de género, clase, raza y diversidad cultural.
Desde esta metodología se propuso un encuentro con niños y niñas desde sus subjetividades y diversidad. Hay muchas niñeces o infancias, con vivencias, experiencias y emociones; por lo tanto, es necesario reconocerlos en su diferencia.
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En Radio Ritoque. Cierre de la segunda sesión de recuperación de la experiencia. Febrero de 2015. |
• Los niños y niñas son el presente
Desde la visión de la infancia ligada al paradigma de la minoridad, el niño o niña se concibe desde la idea de potencia, como futuro ciudadano, negándoles así sus capacidades y recursos que viven en su presente. Esta metodología se posicionó desde la riqueza de los niños y niñas participantes, con su interés por participar, opinar y crear. Las niñeces como presente y no como tránsito hacia una edad superior.
• Niños y niñas como actores sociales
Esta visión se opone a aquella que los concibe sólo en una esfera privada. Erika Alfageme, Raquel Cantos, y Marta Martínez señalan que de este modo “se llega a su ocultamiento social como actor individual y colectivo, y a su desaparición o negación a la participación activa en la escena política” (Alfageme, Cantos, Martínez, 2003:23). Así, agregan las autoras, se crea una visión de lo que corresponde a la “naturaleza infantil”, donde lo social está dado por el consumo. El mercado crearía la ficción del acercamiento a lo público, y los niños y niñas ejercerían su rol social como consumidores.
Por el contrario, reconocerlos como actores sociales, productores de sus propios mensajes, implica fomentar “su capacidad de actuar, conocer, cuestionar y transformar su entorno social, político y económico. Ejercer sus derechos como actores sociales no implica en ningún sentido la adultización de la infancia, ya que no podemos negarle a los niños y niñas habilidades y capacidades como la responsabilidad, la capacidad crítica o la toma de decisiones porque no son exclusivas de los adultos. Implica concebirles como personas presentes, descubridoras, analizadoras, interpretadoras y transformadoras de su propia realidad, con competencias sociales e individuales” (Alfageme, Cantos y Martínez, 2003: 66 y 67).
• Niños y niñas como sujetos colectivos de aprendizaje y de conocimiento
Michel Foucault propuso que el conocimiento no es una entidad externa que se deposita en el sujeto, sino que “las prácticas sociales pueden llegar a engendrar dominios de saber que no sólo hacen que aparezcan nuevos objetos, conceptos y técnicas, sino que hacen nacer además formas totalmente nuevas de sujetos y sujetos de conocimiento. El mismo sujeto de conocimiento posee una historia, la relación del sujeto con el objeto; o, más claramente, la verdad misma tiene una historia” (Foucault, 1991:1).
Es desde esta lógica que se planteó una metodología como proceso de aprendizaje colectivo, proponiendo un cambio en la relación entre adultos y niños y niñas. No son los adultos los que poseen el saber y tienen el rol de depositar su conocimiento en la niñez –en la línea del modelo bancario que acuñó Paulo Freire-; sino, por el contrario, son potenciadores y facilitadores del proceso de diálogo entre niños y niñas como sujetos de conocimiento.
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